miércoles, 2 de julio de 2014

¡SALUD, SR. KRUEGER!


Por: Javier Sánchez Valenzuela "El Cerveciafilo"


Gottfried Krueger
         Después del invento de la rueda posiblemente lo más trascendente para la humanidad entera fue inventar en qué envasar la cerveza. Si no se hubiera ideado esa solución, todavía tendríamos que ir a la fabrica de cerveza más cercana con nuestro “pichel” para que nos lo llenaran. No quiero ni imaginarme en esa situación.
         Sin embargo para fortuna de todos nosotros, no faltó algún imaginativo emprendedor que se puso buscar la forma de hacerle llegar el preciado líquido a todo aquel que lo solicitara. Así surge la botella, burda, rústica, poco higiénica, impráctica, seguramente de cerámica y tapada con un trapo…después con cera, con un pedazo de madera o con un corcho.  Poco a poco las técnicas se mejoran y con la revolución industrial del siglo XIX llegan las máquinas a hacer de las suyas. Se inventa la refrigeración y con ella la posibilidad de guardar la cerveza más tiempo del que antes podían imaginar e incluso transportarla. Era cuestión de tiempo que surgiera uno de los envases más populares del siglo pasado que llevó a la industria cervecera, y a muchas otras industrias,  a alturas insospechadas. Me refiero a “el bote”, que este año cumple 78 años de haberse inventado.
         Antes de la invención del bote, o lata, la cerveza se vendía en botellas
retornables que tenían que ser rellenadas, lo que impedía que se vendieran muy lejos de la fábrica productora. Sin embargo con el bote las cosas cambiaron radicalmente, ya que fue el primer envase “no-retornable” que se lanzó al mercado.  Esta simple condición de deshechabilidad revolucionó la industria de la cerveza. La aciaga mañana del 24 de enero de 1935 llegó a los mercados de Estados Unidos la primer cerveza en bote, para finales de ese mismo año se habían vendido 200 millones. Para 1936 la lata se comercializó en Europa y casi de inmediato 23 cervecerías del Reino Unido ofrecieron su producto en este práctico empaque.
         En aquel momento la lata era muy diferente a la que conocemos actualmente. Para empezar tenía “cuello” tratando de emular a una botella. Estaban fabricadas de hojalata, pesaban 100 gramos, contenían .33 litros. y se cerraban con una tapa tipo corona.
MILLONES DE LATAS CERVECERAS EN EL MUNDO
         El diseño que actualmente conocemos tardó muchos años en desarrollarse. Todavía muchos de los que están leyendo este artículo recordarán las latas de hojalata soldadas con plomo y que requería de un destapador. Fue hasta 1963 cuando al Sr. Ermal Fraze se le ocurrió inventar la tapa con una argolla integrada que permitía jalarla hasta arrancarla dejando un orificio abierto por el que salía la cerveza. Además las latas ahora son en su mayoría de aluminio, lo que les da un peso de menos de 25 gramos y la argolla no se separa de la lata sino que queda pegada en ella. Existen avances cada vez más asombrosos, como por ejemplo la integración de capas protectoras interiores que aíslan totalmente al líquido del aluminio para proteger el sabor, o cápsulas de CO2 que al momento de abrir el bote lo liberan para darle un sabor como recién salida del barril. Actualmente el bote es responsable del 30% de las ventas cervezas del mundo.
         Quienes tomamos cerveza viviremos eternamente agradecidos a ese joven inmigrante alemán llamado Gottfried Krueger que a los 16 años se avecinó en Newark, New Jersey y fundó, al cumplir los 26, su propia cervecería. El espíritu emprendedor y la inventiva del señor Krueger revolucionaron la industria cervecera como muy pocas personas lo han hecho. Así que lo menos que merece Gottfried es que brindemos por él, dondequiera que se encuentre.
         
¿Tu qué cerveza nueva probaste esta semana?
Recuerden que el mundo de la cerveza no termina en la tienda de la esquina. Explora, diviértete, piérdete en la diversidad. Busca más allá de la tienda de la esquina.
Paz y trabajo para todos.
    


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